Decisiones de fuerza en contextos de contención de disturbios.
O cuáles son los costos humanos de la conflictividad social
Es sabido que las Fuerzas Federales de Seguridad actúan en eventos críticos de distintas magnitudes y previsibilidad. Por ello, es notable la gran cantidad de intervenciones en distintos escenarios en los que adquieren roles gerenciales y operativos: hechos críticos prevaentes, saturación en contextos de eventos masivos, desastres socionaturales, recitales, asunción de autoridades, eventos deportivos o religiosos, así como también espacios abiertos y desplazamientos. Hoy nos ocuparemos de forma de intervención en la protesta social así como también los aspectos más sobresalientes de los movimientos sociales, el sindicalismo y los cortes de calle. Por ello, este artículo orbitará entre el bienestar de los trabajadores de los y las Fuerzas de Seguridad así como el lugar de las Cs. Sociales.
Las Fuerzas Federales de Seguridad (Gendarmería Nacional, Policía Federal, Prefectura Naval, Policía de Seguridad Aeroportuaria y el Servicio Penitenciario Federal) toman decisiones de fuerza en distintos contextos, pero no lo hacen de manera burocrática. El pensamiento burocrático puede archivarse en la planificación, análisis de necesidades y recursos, articulación de los actores del sistema de seguridad, la sistematización de las actuaciones y métodos de registro. Lo que no se archiva -y no se da a conocer - es la toma de decisiones, los potenciales riesgos y el desarrollo de las situaciones de crisis durante el ejercicio de los roles de conducción, o sus roles subsidiarios.
Los trabajadores de la seguridad tienen distintas tareas en las que pensar: privilegiar la vida de los terceros, damnificados, al igual del personal interviniente, impidiendo el agravamiento de la situación que dio origen a la intervención policial; por otro lado, individualizar la amenaza causante, así como recabar y/o comunicar toda la información posible sobre la situación y hacer cesar o mitigar los hechos: detener en flagrancia, iniciar medidas organizativas para el montaje de perímetros de seguridad, contención de la situación para que no vaya en escalada, al mismo tiempo que deben asegurar y evacuar a cualquier persona que se encuentre en las inmediaciones.
El trabajador designado tiene misiones: en un primer momento, localizar donde se desarrolla el evento, evaluando la extensión del lugar, sus posibles aberturas, sectores de aproximación segura y cobertura en los desplazamientos, asimismo de corresponder y tener la posibilidad, alertar a los transeúntes de la peligrosidad de permanecer en la zona; en segundo lugar, aislar al objetivo, haciendo que el agresor dependa necesariamente de las autoridades; en tercer aspecto, contener y limitar la situación, bloqueando la zona afectada por los riesgos y asegurar el sitio; en cuarto lugar, evaluar las características de los hechos, así como los riesgos y amenazas, e informar inmediatamente a la superioridad. En última instancia, el trabajador resuelve la situación según las circunstancias que generaron el hecho adverso.
El perímetro: hidrantes, bales de goma y gases. Decisiones de fuerza en contextos de contención de disturbios.
Los trabajadores de las Fuerzas de Seguridad están autorizados por la normativa (ver Anexo) a contar con distintos mecanismos antidisturbios: granadas, lanzagranadas, lanzadoras de menor letalidad (como las BYRNA o las TASER), disuasivos químicos e hidrantes. En un contexto de movilización y eventos masivos como puede ser un evento futbolístico, no solo debería priorizarse el bienestar de los asistentes sino también de los agentes de las Fuerzas: las prácticas que se diseñan contribuyen e influyen en el comportamiento de los agentes, no obstante, ellos toman decisiones racionales.
Frente a este estado, las decisiones de fuerza en contexto de contención de disturbios están ajustadas a los principios de proporcionalidad, excepcionalidad, progresividad y racionalidad. Lo que los funcionarios intentan hacer es cumplir la ley: ya no solo lo normado para terceros sino ajustarse a los lineamientos de actuación en un contexto de alto riesgo. Lo que garantiza el cumplimiento de la Ley es la propia agencia de estos trabajadores. De lo contrario, se verán expuestos a sumarios administrativos y judiciales, un desfile hacia Tribunales para declarar o el escarnio público y el hostigamiento. Quiénes ostentan los altos mandos se encargan de arbitrar los medios necesarios para que al momento de la implantación del personal en un perímetro este se encuentre desarmado.
En ese teatro de operaciones, el personal está imbuido de decisiones racionales, revestidas por la incertidumbre, la violencia y el imperio de servir a la conducción. No puede decirse que los discursos altisonantes condicionan las prácticas de los agentes. Es decir, inclusive con el embellecimiento de no tener misericordia, el agente no puede exigirse hacer en abstracto sino en la realidad y tomar decisiones razonables y proporcionales de fuerza.
Esta convicción, al margen de la habilitación de la violencia, debería contemplar también hacer pública los medios de protección de los efectivos: dar a conocer no como se disponen las medidas de seguridad en el servicio sino mostrar los equipos y elementos con los que los agentes se deberán sentir amparados.
La conflictividad social en Argentina (1992-2024)
El menemismo, a través de los distintos poderes del Estado, abrió una ventana e instituyó un canal para administrar y gestionar ese nuevo actor social surgido al calor de la crisis. El movimiento piquetero que se había constituido a distancia del Estado, pensando en ser una alternativa más que un grupo de poder, termina integrándose, después del 2011, ya no como una anomalía, sino como parte estructural del sistema de relaciones sociales.
Los nuevos sectores movimentistas (universitarios, secundarios, sindicales, piqueteros) se integraron al Estado en 2003 bajo el signo de un alumbramiento. El movimiento que nació con Néstor Kirchner como militancia nueva se afilió a las arcas del Estado en términos de un nuevo comienzo con la razón de los superávits gemelos; el kirchnerismo, etapa superior del de finiquitar el stock, como movimientos de masas, de Cristina Fernández quiso volver, en términos de verdad, al pasado.
Todos los actores integrados al Estado sustrajeron el fundamento Dólar Barato, como lo fue la Convertibilidad a Menem, de la crítica económica. Se lo criticó más por corrupto, por ofrecer una estética berreta ante la farándula local, que por necio en términos macroeconómicos. Quien aspiraba a ser gobierno en la campaña de 2014 (así como sucedió en 2019) debía prometer más statu quo mientras criticaban lo que el propio kirchnerismo les ofrecía: el consumo en 12 cuotas de Rapsodia como contracara de una política económica al servicio de contener ficticiamente el valor en pesos del dólar con una inflación del 25%, compra de bienes y servicios (autos caros) importados hacia el final del gobierno de CFK como espejo de desestimulación de exportaciones y, por consiguiente, menores disponibles.
Que la política oficial del Estado haya sido exitosa en términos de mediación cultural no impidió que el Estado no se retrajera y no pudiera ofrecer más que medidas de emergencia dentro de la pobreza a los “caídos” del sistema. Programas de ayuda social tanto educativos como del sistema provisional fueron desmantelados con sólidez por el gobierno entrante. Las mejoras de derechos de protección social no dieron aviso a los otros emergentes: el trabajo en negro, la precarización laboral y el desempleo.
Huelga decir que durante el kirchnerismo (2003-2007) y el cristinismo (2007-2015) se estimuló reducir la brecha entre quiénes tenían trabajo formal y no formal mediante la promoción de cooperativas y movimientos sociales, quiénes recibían subsidios del Estado para “reinsertarse” en el mercado laboral. Barrios de Pie, Movimiento Evita, Movimiento Popular la Dignidad y Corriente Villera Independiente surgidas tras la crisis de 2001 se integraron a la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). No obstante, están lejos de ser los únicos: Polo Obrero, un movimiento combativo que izquierda, creció exponencialmente. A ellos, los dos ciclos kirchneristas los contuvo con la presencia y saturación de Fuerzas de Seguridad. En el país del Derecho a Huelga primó la idea del Estado “benefactor” sin que este genere incentivos o marcos más generales para mejorar la situación en el mercado laboral. De esta manera, se encumbró, en términos de retorno hacia lo viejo, que la forma de “contener” la protesta social era mediante fuerzas federales de seguridad.
La conflictividad social entendida como protesta social se sostuvo durante los dos ciclos Kirchner: la presión social y la impugnación al Estado generó que sus funcionarios salieran e inyectar pesos, expandiendo una dinámica inflacionaria. Hasta hace unos años era una cuenta de suma cero: o estabilizás mediante una devaluación y un salto de costos o el Estado ajusta o emite. No obstante, la firmeza de una calle sin cortes ni demoras demuestra, por el momento, lo contrario.
Si la política no estuvo dispuesta durante estos años a replantearse el mercado laboral y plantear hojas de ruta, el sindicalismo mucho menos: obró más como órgano de propaganda estatal que como custodio de su sector y las relaciones laborales.
El gran sindicalismo argentino, la columna vertebral del movimiento de masas más grande de Argentina, se apropió de los cargos en las listas durante el período electoral. El sindicalismo estatal, docente, al mismo tiempo que los movimientos sociales, dejaron de estar para los hombres y las mujeres: importa quién se lleva la foto con la columna más grande, con la bandera más grande, e importa quién lo ve: el empresario malo, el policía malo. Nosotros los buenos y ellos los malos. Autoridades que testimonian menos la representatividad e identidad del hombre y la mujer común que una ventana de negocios.
Que el Secretario General de SMATA y el CEO de Toyota hayan aparecido juntos conversando sobre la sinergia entre empleo y empresario contrastan con los sindicatos antes mencionados: actores que han hecho paros, manifestaciones, cortes, huelgas, ausentismos cuando al sector que dicen representar les toca ser gobierno.
¿Por qué permitir el ausentismo y los días de huelga docente en gobierno amigo? ¿Por qué las áreas institucionales correspondientes no se encargaron de solucionar el problema y romper la huelga? ¿Cuál es la razón para demorar la gestión de un evento crítico? ¿Cuáles son las medidas qué se dispusieron que mantiene firme, al día de hoy, la calle sin incidentes, cortes y demoras?
Mientras el clima político le exigió al área de Seguridad ocuparse de cuestiones sociales, al mismo tiempo, esa misma mesa política, permitía cortes en los accesos y en la 9 de julio. Expuestos por el gobierno nacional, los hombres y mujeres formados en el Estado de Derecho y en la ley, sufrieron el desprestigio y la hostilidad permanente por parte de los manifestantes.
Si en la calle arrasaron los movimientos sociales, las cooperativas y los sindicatos (algunos de ellos sin personería gremial) es porque también se vieron legitimados por las Ciencias Sociales. No obstante, las Humanidades, al día de la fecha, parecen no advertir hasta qué punto, cuando la Historia, la Sociología y las Artes dejaron de representar a las mayorías numérica, se convierten en Teoría del Capital con las que el gobierno actual lee la realidad, sobre todo cuando quieren ponerla a favor.
Bienestar
Se le ha endilgado a las Fuerzas de Seguridad el mote de “fuerzas de la represión” por contener disturbios y asegurar el normal funcionamiento de las actividades sociales cuando los responsables son, justamente, esos que no se ven: los funcionarios políticos. Frente a lo rutinario, es normal que la política de seguridad esté orientada al gerenciamiento de eventos críticos, más allá de su imprevisión o programación.
Contribuir al bienestar de los agentes de seguridad corresponde también a establecer una política de recursos humanos, regulada y normada, que otorgue previsibilidad a la rutina laboral, con ritmos de trabajo que ponderen la necesidad de un equilibrio entre horas de sueño y vigilia, la unidad familiar, la salud física y mental, períodos de descanso legalmente establecido, la seguridad de terceros ante funcionarios provistos de armas de fuego, etc.
Para plantear un horizonte próspero para las y los trabajadores de nuestras Fuerzas de Seguridad tenemos que legitimar su esfuerzo y dedicación a través de una política salarial que deje de ser variable y con la mayoría de los aportes “en negro”. Por el contrario, la conducción nacional debe reponer suplementos, bonificación anual por racionamiento, asignaciones familiares por retribuciones y/o servicios especiales, garantías para préstamos y locaciones de inmuebles, por ej., sin descuentos, que acompañe las necesidades y preocupaciones por el uso indiscriminado del tiempo que demanda el servicio.
Como contraprestación, las Fuerzas Federales podrán transmitir su trabajo al resto, de la misma manera que promoverán la apropiación y la construcción de sentidos sociales de cumplir la ley. La concepción y el papel social que se le asigne a la ley, al igual que el Derecho, la idea de objetivos que se le asignen al igual que el tipo de experiencias que se pretendan promover serán las prácticas que moldeen el accionar de la Nación en su conjunto.
En el video de “Vecinos aplauden a Gendarmería”, subido por la página oficial del Ministerio de Seguridad de la Nación, observamos cómo los agentes realizan una suerte de caminata en los intersitios de Villa Soldati, entre el terreno lacustre y terrestre, de recorrido al ritmo de los aplausos de los vecinos, adultos y niños, que se apersonan en las entradas de sus casas y desde los balcones estimulan el recorrido de los gendarmes. Algunos también piden a viva voz aplausos. Ver:
En Corea de Sur, recientemente el presidente y el Ministro de Defensa decretó la ley marcial. Los funcionarios del Parlamento de Corea del Sur lograron ingresar al recinto a pesar de estar contenido por las tropas del comando militar surcoreano: votaron el bloqueo y después aplaudieron a los agentes del Comando por “hacer su trabajo”. Ver:
y
¿Estaremos preparados como sociedad para reconocer el valor del trabajo de los otros? ¿Para reconocer su instrucción, experiencia y la consolidación de las acciones conjuntas?